El regocijo creció; Draco Malfoy miraba aterrorizado a su padre, que bajaba la mirada a su propio regazo, entonces captó la mirada de su madre. Ella sacudió la cabeza casi imperceptiblemente, después reasumió su propia mirada impasible hacia la pared opuesta.
“Ya basta,” dijo Voldemort, acariciando a la furiosa serpiente. “Ya basta.”
Y la risa murió al instante.
“Muchos de nuestros más antiguos árboles familiares se han vuelto un poco descuidados con el paso del tiempo,” dijo cuando Bellatrix le miró fijamente, sin aliento e implorante. “¿Qué debes podar y qué no para mantenerlo saludable? Cortas aquellas partes que amenazan la salud del resto.”
“Si, mi Se˜nor,” susurró Bellatrix, y sus ojos se inundaron de nuevo con lágrimas de gratitud. “¡A la primera oportunidad!”
“Debes hacerlo,” dijo Voldemort. “En tu familia, al igual que en el mundo... debemos evitar la contaminación que nos infecta hasta que solo los de la sangre auténtica permanezcan...”
Voldemort alzó la varita de Lucius Malfoy, apuntándola directamente a la figura que se revolv´ıa lentamente suspendida sobre la mesa, y le dio una peque˜na sacudida. La figura volvió a la vida con un gemido y empezó a luchar contra ataduras invisibles.
“¿Reconoces a nuestra invitada, Severus?” preguntó Voldemort.
Snape alzó los ojos a la cara que estaba bocabajo. Todos los mort´ıfagos estaban mirando hacia la cautiva ahora, ya que se les hab´ıa dado permiso para mostrar curiosidad.
Cuando volvió la cara hacia la luz del fuego, la mujer dijo con voz desgarrada y aterrada.
“¡Severus! ¡Ayúdame!”
CAPÍTULO 1. EL ASCENSO DEL SE ˜
NOR TENEBROSO
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“Ah, si,” dijo Snape cuando la prisionera volvió a girar lentamente hacia otro lado.
“¿Y tú, Draco?” preguntó Voldemort, acariciando el hocico de la serpiente con la mano libre de la varita. Draco sacudió la cabeza tensamente. Ahora que la mujer hab´ıa despertado, parec´ıa incapaz de seguir mirándola.
“Ya no tendrás que asistir a sus clases,” dijo Voldemort. “Para aquellos de vosotros que no lo sepáis, nos reunimos aqu´ı esta noche por Charity Burbage quien, hasta hace poco, ense˜naba en la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicer´ıa.”
Se produjeron peque˜nos ruidos de comprensión alrededor de la mesa. Una mujer vasta y encorvada con dientes puntiagudos fanfarroneó.
“Si... la profesora Burbage ense˜naba a los hijos de brujas y magos todo sobre los muggles.... como no son tan diferentes a nosotros...”
Uno de los mort´ıfagos escupió en el suelo. Charity Burbage giró la cara de nuevo hacia Snape.
”Severus... por favor... por favor.”
”Silencio,” dijo Voldemort, Con otro golpe de la varita de Malfoy Charity cayó en silencio como amordazada. “No me alegra la corrupción y contaminación de las mentes de peque˜nos magos, la semana pasada la Profesora Burbage escribió una apasionada defensa de los sangresucia en El Profeta. Los magos, dijo, deben aceptar a ladrones de su conocimiento y magia. La escasez de los purasangres es, dice la Profesora Burbage, una circunstancia de lo más deseable.... Har´ıa que todos nosotros nos emparejáramos con muggles... o, sin duda, con hombres lobo...”
Nadie rió esa vez. No hab´ıa duda de la furia y el descontento en la voz de Voldemort.
Por tercera vez, Charity Burbage se agitó para mirar a Snape. Corr´ıan lágrimas desde sus ojos hasta su pelo. Snape le devolvió la mirada, impasible, mientras ella giraba otra vez lentamente.
“Avada Kedavra.”
El destello de luz verde iluminó cada esquina de la habitación. Charity cayó con un golpe sordo sobre la mesa, que tembló y se partió. Varios de los mort´ıfagos saltaron hacia atrás en sus sillas. Draco cayó al suelo.
“La cena, Nagini,” dijo Voldemort suavemente, y la gran serpiente se balanceó y se deslizó de su hombro hasta el suelo pulido.
Cap´ıtulo 2
En Conmemoración
Harry estaba sangrando. Agarrándose la mano derecha y jurando por lo bajo, abrió la puerta de su dormitorio con el hombro. Hubo un crujido de porcelana rota. Hab´ıa pisado una taza de té fr´ıo que yac´ıa sobre el suelo fuera de la puerta de su dormitorio.
“Que dem...?”
Miró a su alrededor, el descansillo del número cuatro de Privet Drive, estaba desierto.
Posiblemente la taza de té fuera la idea que ten´ıa Dudley de lo que ser´ıa una hábil y estúpida trampa. Manteniendo la mano sangrante elevada, Harry reunió los fragmentos de la taza con la otra mano y los tiró dentro de la ya repleta papelera que apenas se ve´ıa dentro del dormitorio. Luego con fuertes pisadas fue hacia el ba˜no para poner el dedo bajo el grifo.
Era estúpido, deshonesto e irritante más allá de lo cre´ıble que todav´ıa le faltaran cuatro d´ıas para poder hacer magia... pero ten´ıa que admitir ante s´ı mismo que ese sinuoso corte en el dedo podr´ıa haberlo derrotado. Nunca hab´ıa aprendido a curar heridas, y ahora que pensaba en ello... particularmente a la luz de sus planes inmediatos... éste parec´ıa un serio fallo en su educación mágica. Haciendo una nota mental para pedirle a Hermione que le ense˜nara a hacerlo, usó una gran cantidad de papel higiénico para limpiar tanto como pudo, antes de volver al dormitorio y cerrar la puerta de un golpe tras de s´ı.
Harry hab´ıa pasado la ma˜nana vaciando completamente el baúl del colegio por primera vez desde que lo hab´ıa embalado seis a˜nos atrás, desde el comienzo de los a˜nos escolares hasta ahora, apenas hab´ıa tocado las tres cuartas partes inferiores ni las hab´ıa reemplazado, dejando varias capas en el fondo, viejas plumas, ojos de escarabajo disecados y calcetines sueltos que ya no le serv´ıan. Minutos antes Harry hab´ıa hundido la mano en ese desastre, experimentando un dolor punzante en el cuarto dedo de la mano derecha y al sacarla hab´ıa visto un montón de sangre.
En ese momento procedió con algo más de cuidado. Arrodillándose junto al baúl, tanteó el fondo y después de retirar una vieja insignia cambiante que ten´ıa inscrito: “APOYEN
A CEDRIC DIGGORY y POTTER APESTA”, un resquebrajado y dilapidado Chivatoscopio y un relicario de oro dentro del cual una nota firmada R.A.B hab´ıa estado escondida, finalmente descubrió el borde afilado que hab´ıa causado el da˜no. Lo reconoció enseguida.
Era un fragmento de 5 cm. de largo del espejo encantado que su padrino Sirius ahora muerto, le hab´ıa dado. Harry lo dejo a un lado y tanteó prudentemente en el baúl buscando el resto, pero no quedaba nada más del último regalo de su padrino salvo vidrio pulverizado que se adher´ıa como arena brillante a la capa más profunda del baúl.
Harry se sentó derecho y examinó el dentado pedazo con el que se hab´ıa cortado, 10
CAPÍTULO 2. EN CONMEMORACI ÓN
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sin ver nada más que sus propios brillantes ojos verdes reflejados en él. Luego puso el fragmento sobre El Profeta de esa ma˜nana, que estaba tirado sobre la cama sin leer e intentó contener la repentina oleada de amargos recuerdos, las pu˜naladas de melancol´ıa y nostalgia que el descubrimiento del espejo roto hab´ıan ocasionado, atacando el resto de basura que hab´ıa en el equipaje.
Le llevó otra hora vaciarlo completamente, tirar las cosas inútiles y clasificar las restantes en pilas de acuerdo a si iba a necesitarlas o no a partir de ahora. Los uniformes del colegio y de Quidditch, el caldero, pergaminos, plumas y la mayor´ıa de los libros de texto fueron apilados en una esquina, para ser dejados atrás. Se preguntaba que har´ıan su t´ıa y su t´ıo con ellos; probablemente quemarlos a altas horas de la noche como si fueran las pruebas de algún espantoso crimen. Su ropa muggle, la capa de invisibilidad, el equipo para fabricar pociones, algunos libros, el álbum de fotos que Hagrid le hab´ıa regalado una vez, un manojo de cartas y su varita hab´ıan sido empacadas nuevamente en una vieja mochila. En un bolsillo delantero coloco el mapa del merodeador y el relicario con la nota firmada R.A.B. Al relicario le hab´ıa otorgado ese lugar de honor no debido a su valor
...era inútil en todos los sentidos prácticos... sino debido a lo que hab´ıa costado obtenerlo.
Esto dejaba un considerable fajo de periódicos sobre el escritorio, al lado de su blanca lechuza, Hedwig. Uno por cada d´ıa que hab´ıa pasado en Privet Drive ese verano.
Se levantó del suelo, se desperezó y cruzó la habitación hacia el escritorio. Hedwig no hizo ningún movimiento cuando empezó a hojear los periódicos, tirándolos a la pila de cosas inservibles uno por uno. La lechuza estaba dormida, o lo fing´ıa, estaba enfadada con Harry por la limitada cantidad de tiempo que en ese momento se le permit´ıa pasar fuera de la jaula.
Mientras iban desapareciendo los periódicos, Harry redujo la velocidad, buscando un ejemplar en particular que sab´ıa que hab´ıa llegado poco después de haber regresado él a Privet Drive a pasar el verano; recordaba que en la primera página hab´ıa le´ıdo una peque˜na mención sobre la renuncia de Charity Burbage, la profesora de Estudios Muggles de Hogwarts. Al final lo encontró. Yendo a la página diez se hundió en la silla del escritorio y releyó el art´ıculo que hab´ıa estado buscando.
Albus Dumbledore Recordado
Por Elphias Dodge
Conoc´ı a Albus Dumbledore a la edad de once a˜nos en nuestro primer d´ıa en Hogwarts. Nuestra mutua atracción se debió sin duda al hecho de que ambos nos sent´ıamos forasteros. Yo por mi parte hab´ıa contra´ıdo fiebre de dragón poco antes de llegar al colegio, y aunque ya no era contagioso, mi rostro espoleado y el tinte verdoso no alentaban a muchos a que se me acercaran.
Por su parte Albus hab´ıa llegado a Hogwarts con la carga de la no deseada notoriedad. Apenas un a˜no antes su padre Percival hab´ıa sido apresado por un salvaje y bien publicitado ataque contra tres jóvenes Muggles.
Albus nunca intentó negar que su padre (que murió en Azkaban) hubiera cometido ese crimen, al contrario, cuando reun´ı valor para preguntarle me aseguró que sab´ıa que su padre era culpable. Aparte de eso, Dumbledore se negaba a hablar del triste asunto, aunque muchos trataron de que lo hiciera.
Algunos, incluso, estaban dispuestos a alabar la acción de su padre y asumieron que también Albus era enemigo de los muggles. No pod´ıan haber estado más equivocados: ya que cualquiera que conociera a Albus podr´ıa haber atestiguado CAPÍTULO 2. EN CONMEMORACI ÓN
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que jamás mostró ni la más remota tendencia anti-muggle. Es más, su decidido apoyo a los derechos de los muggles le ganó muchos enemigos en los a˜nos venideros.
Sin embargo, en cuestión de meses la propia fama de Albus comenzó a eclipsar la de su padre. Al finalizar el primer a˜no ya nunca más ser´ıa conocido como el hijo del enemigo de los muggles, sino nada más y nada menos que como el más brillante alumno visto alguna vez en el colegio. Aquellos de nosotros que tuvimos el privilegio de ser sus amigos nos beneficiamos de su ejemplo, por no mencionar su ayuda y est´ımulo, con los cuales siempre era generoso.
Más tarde me confesó que incluso entonces hab´ıa sabido que su mayor placer ser´ıa siempre la ense˜nanza.
No solo ganó cada premio por mérito que ofrec´ıa el colegio sino que pronto estuvo manteniendo correspondencia regularmente con los más notables magos de renombre de la época, incluyendo a Nicolas Flamel, el celebrado alquimista; Bathilda Bagshot, la notoria historiadora; y Adalbert Waffling el mago teórico. Varios de sus documentos se abrieron camino hasta conocidas publicaciones, como Transfiguración Hoy, Los Retos de los Encantamientos y Pociones Prácticas. La futura carrera de Dumbledore parec´ıa que iba a ser meteórica y la única pregunta a considerar era cuándo iba a convertirse en Ministro de Magia. Sin embargo aunque en a˜nos posteriores se predijo varias veces que estaba a punto de aceptar el trabajo, nunca tuvo ambiciones ministeriales.
Tres a˜nos después de que hubiéremos comenzado en Hogwarts el hermano de Albus, Aberforth, llegó al colegio. No se parec´ıan; Aberforth nunca fue carismático, y al contrario que Albus, prefer´ıa arreglar las disputas con duelos en lugar de discusiones razonables. Sin embargo es bastante erróneo afirmar, como algunos han hecho, que los hermanos no eran amigos. Se llevaban tan bien como podr´ıan hacerlo dos muchachos tan diferentes. Para ser justos con Aberforth, se debe admitir que vivir bajo la sombra de Albus no puede haber sido una experiencia placentera. Pues ser continuamente eclipsado era el riesgo innato de ser su amigo y su hermano.
Cuando Albus y yo dejamos Hogwarts hab´ıamos planeado hacer juntos la entonces tradicional vuelta al mundo, visitando y observando a magos extranjeros antes de proseguir con nuestras respectivas carreras. Sin embargo la tragedia intervino. En la misma v´ıspera de nuestra partida, la madre de Albus, Kendra murió. Dejando a Albus como el cabeza y único sustento de la familia. Pospuse m´ı partida lo suficiente como para presentar mis respetos en el funeral de Kendra y luego part´ı para lo que ahora ser´ıa un viaje solitario.
Con un hermano y hermana más jóvenes a los que cuidar, y con poco dinero heredado, ya no hab´ıa dudas de que Albus no me acompa˜nar´ıa.
Ese fue el per´ıodo de nuestras vidas en el que menos contacto tuvimos, le escrib´ı a Albus contándole, tal vez insensiblemente, las maravillas de mi viaje, narrándole desde escapadas por los pelos en Grecia hasta experimentos llevados a cabo por los alquimistas egipcios. Sus cartas me dec´ıan poco de su vida diaria, que adivinaba deb´ıa ser extremadamente aburrida para tan brillante mago. Inmerso en mis propias experiencias fue con horror que escuché ya cerca del final de mi viaje de un a˜no, que otra tragedia más hab´ıa golpeado a los Dumbledore; la muerte de su hermana Ariana.
Aunque Ariana hab´ıa sufrido de mala salud desde hac´ıa algún tiempo, el golpe, acaecido tan poco tiempo después de la pérdida de su madre, tuvo un profundo efecto en ambos hermanos. Todas las personas cercanas a Albus -
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y me cuento a m´ı mismo entre ese afortunado númerocoincidimos en que la muerte de Ariana, y los sentimientos de Albus de que se sent´ıa personalmente responsable (aunque por supuesto que no tuvo la culpa) dejaron una marca permanente en él.
Regresé a casa para encontrarme a un hombre joven que hab´ıa experimentado sufrimientos reservados para una persona de mayor edad. Albus era más reservado que antes, y mucho menos alegre. En adición a su desdicha, la pérdida de Ariana, hab´ıa llevado, no a una renovada cercan´ıa entre Albus y Aberforth, sino a un alejamiento (con el tiempo este se disipar´ıa... en a˜nos posteriores restablecieron si no una relación cercana al menos una ciertamente cordial). De todas formas, de ah´ı en adelante habló muy raramente de sus padres o de Ariana y sus amigos aprendimos a no mencionarlos.
Otras plumas describirán los triunfos de los a˜nos subsiguientes. Las innumerables contribuciones de Dumbledore al cúmulo de conocimientos sobre hechicer´ıa, incluyendo el descubrimiento de los doce usos de la sangre de dragón que beneficiar´ıa a las generaciones por venir, as´ı como la sabidur´ıa que desplegaba en los muchos juicios que efectuó siendo Brujo Supremo del Winzegamot.
Aún se comenta que ningún duelo entre brujos superó nunca al sostenido entre Dumbledore y Grindelwald en 1945. Los que lo presenciaron han escrito acerca del terror y el asombro que sintieron al observar a esos dos extraordinarios brujos combatir. El triunfo de Dumbledore y sus consecuencias para el mundo de la hechicer´ıa son considerados un punto culminante en la historia de la magia, comparable a la introducción del Estatuto Internacional del Secreto o la ca´ıda de El-que-no-debe-ser-nombrado.
Albus Dumbledore nunca fue altivo ni vanidoso; pod´ıa encontrar algo que valorar en cualquier persona, sin importar cuan aparentemente insignificante o ruin fuera, y creo que sus tempranas pérdidas lo dotaron de gran humanidad y compasión. Extra˜naré su amistad más de lo que puedo expresar, pero mi pérdida no es nada comparada con la del mundo de la magia. No se puede cuestionar que fue el más inspirado y amado director de Hogwarts. Murió como vivió, trabajando siempre por el bien mayor y hasta su última hora tan deseoso de tender la mano a un peque˜no ni˜no con fiebre de dragón como el primer d´ıa que le conoc´ı.
Harry terminó de leer pero continuó mirando la foto que aparec´ıa acompa˜nando el obituario. Dumbledore luc´ıa su acostumbrada sonrisa gentil, pero como miraba por encima de sus medias gafas, daba la impresión, incluso desde el periódico, de que miraba a Harry con rayos X, provocando que la tristeza se entremezclara con una sensación de vergüenza.
Él hab´ıa cre´ıdo conocer a Dumbledore bastante bien, pero desde que hab´ıa le´ıdo el art´ıculo se hab´ıa visto forzado a reconocer que apenas le conoc´ıa. Ni una sola vez se hab´ıa imaginado la ni˜nez y la juventud de Dumbledore, era como si hubiera nacido tal como Harry lo hab´ıa conocido, venerable, con el cabello plateado y anciano. La idea de un Dumbledore adolescente era sencillamente extra˜na, como tratar de imaginarse a una Hermione estúpida o a un escreguto de cola explosiva amistoso.
Nunca hab´ıa pensado en preguntarle a Dumbledore acerca de su pasado. Sin duda se hubiera sentido extra˜no, impertinente incluso, pero después de todo era de común conocimiento que Dumbledore hab´ıa tomado parte en ese legendario duelo con Grindelwald, y a Harry no se le hab´ıa ocurrido preguntarle como hab´ıa sido eso, ni acerca de ninguno de sus otros famosos logros. No, siempre hab´ıan hablado de Harry, el pasado de Harry, el futuro de Harry, los planes de Harry... y a Harry le parec´ıa ahora que a pesar del hecho de que su CAPÍTULO 2. EN CONMEMORACI ÓN
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futuro fuera tan peligroso e incierto, hab´ıa perdido irremplazables oportunidades al haber omitido preguntarle a Dumbledore más cosas acerca de su vida. Aunque sospechaba que la única pregunta personal que jamás le hab´ıa hecho a su Director era también la única que Dumbledore no hab´ıa respondido honestamente.
“¿Qué ve cuando mira en el espejo? ”
“¿Yo? Me veo a mi mismo sosteniendo un grueso par de calcetines de lana.”
Después de considerarlo unos minutos, Harry arrancó el art´ıculo de El Profeta, lo dobló cuidadosamente y lo metió dentro del primer volumen de Defensa Mágica Práctica y sus Usos Contra las Artes Oscuras. Luego tiró el resto del periódico a la pila de basura y se giró enfrentando la habitación. Estaba mucho más ordenada. La única cosa fuera de lugar era El Profeta del d´ıa de hoy, aún tirado sobre la cama con el trozo de espejo roto encima.
Harry cruzó la habitación, apartó el fragmento de espejo quitándolo de encima de El Profeta de ese d´ıa, y desdobló el periódico. Cuando esa ma˜nana temprano hab´ıa recogido el periódico enrollado tra´ıdo por la lechuza repartidora, apenas le hab´ıa echado un vistazo al titular y después de advertir que no dec´ıa nada acerca de Voldemort lo hab´ıa echado a un lado. Harry estaba seguro que el Ministerio estaba presionando a El Profeta para que suprimiera las noticias sobre Voldemort. Solo fue en ese momento, cuando vio lo que se hab´ıa perdido.
Atravesando la segunda mitad de la página principal hab´ıa un titular más peque˜no colocado sobre una foto de Dumbledore caminando a zancadas, con aspecto apurado.
Dumbledore ¿Al fin la verdad?
La próxima semana la conmocionante historia del imperfecto genio considerado por muchos el más grandiosos mago de su generación. Despojándole de la imagen popular de serena sabidur´ıa bajo la barba plateada, Rita Skeeter revela la trastornada infancia, la desenfrenada juventud, las eternas enemista-des, y los secretos culpables que Dumbledore se llevó a la tumba. ¿Por qué el hombre hecho para ser Ministro de Magia se contentó con ser un mero Director? ¿Cuál era el propósito real de la organización secreta conocida como La Orden del Fénix? ¿Cómo encontró verdaderamente Dumbledore su final?
La respuesta a estas y muchas otras preguntas serán exploradas en la nueva y explosiva biograf´ıa, Vida y Mentiras de Albus Dumbledore, por Rita Skeeter, exclusivamente entrevistada por Barry Braithwaite, página 13 en el interior.
Harry abrió el periódico de un tirón y encontró la página trece. El art´ıculo estaba encabezado por una foto que mostraba otra cara familiar: una mujer que usaba gafas enjoyadas con el cabello peinado en rizos rubios muy elaborados, los dientes sobresal´ıan en lo que claramente se ve´ıa que era una sonrisa triunfal, meneando los dedos ante él.
Haciendo lo que pudo por ignorar esa nauseabunda imagen, Harry continuó leyendo.
En persona Rita Skeeter es mucho más cálida y suave de lo que los famosos retratos hechos con su feroz pluma puedan sugerir. Me dio la bienvenida en el vest´ıbulo de su acogedor hogar y me condujo directamente a la cocina para ofrecerme una taza de té, una pedazo de tarta, y no hace falta que lo diga, un humeante cubo de los más novedosos chismes.
“Bueno por supuesto que Dumbledore es el sue˜no de un cronista, dijo Skeeter”. - C
¸ on una vida tan larga y plena. Estoy segura de que mi libro será el primero de muchos, muchos otros.”
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Skeeter fue ciertamente rápida Hab´ıa terminado el libro de novecientas páginas, solamente cuatro semanas después de la misteriosa muerte de Dumbledore acaecida en junio. Le pregunté como se las hab´ıa arreglado para llevar a cabo esa proeza tan incre´ıblemente rápido.
“Oh, cuando has sido periodista tanto tiempo como yo, trabajar con plazos l´ımite se convierte en tu segunda naturaleza. Sab´ıa que el mundo de la magia clamaba por la historia completa y quer´ıa ser la primera en complacer esa necesidad.”
Mencioné la reciente nota ampliamente divulgada de Elphias Doge, Con-sejero Especial del Wizengamot y perpetuo amigo de Albus Dumbledore, que dice “El libro de Skeeter contiene menos hechos que una tarjeta de las que encuentras en las Ranas de Chocolate...”
Skeeter echó atrás la cabeza y se rió.
“¡Querido Dodgy! Recuerdo haberle entrevistado hace unos a˜nos acerca de los derechos de las sirenas, que Dios lo bendiga. Está completamente loco, parec´ıa pensar que estábamos sentados en el fondo del Lago Windermere, continuaba diciéndome que tuviera cuidado con las truchas.”